Que me digan que España no es diferente. Lo que pasa aquí no pasa en ninguna parte, y cuando lo cuento en las columnas de contraportada del periódico aún hay gente que se sorprende y no se cree lo que digo. No voy a hablar del niño que increpó a su maestro (¡qué falta de respeto! si el niño hubiese sido chino por lo menos la educación y respeto que tienen los orientales hacia sus maestros le habría impedido rebatir a su maestro) y le dijo que no hablase de jamones y cómo el clima frío curaba los mismos, porque el era marroquí y se sentía ofendido al oir a hablar de jamón. A ese chavalillo y, sobre todo a sus padres, habría que inculcarle algo de respeto, respeto a los profesores, respeto a los mayores, y tolerancia y respeto a los 37 millones de españoles que viven en este país que les ha acogio (e igual se ha equivocado a acogerles viendo lo visto) que comen jamón aunque a él no le guste o no se lo permita su religión (yo a él no le prohíbo comer lo que quiera, pero el que respete mis gustos gastronómicos)... Yo pienso seguir comiendo jamón y hablando de jamón y diciendo expresiones como '¡Y un jamón, haya o no árabes a mi lado!
Por otro lado me tronchaba esta mañana con la entrevista que hicieron en Antena 3 tv (Espejo Público) a la dueña de una chatarrería, donde encontraron una obra de arte de Chillida, tasada en 800.000 euros, que habían comprado a los ladrones de la furgoneta (en la que se llevaron 35 obras de arte), por 33 euros... y la habían dejado, a la pobre escultura de Chillida, ahí tirada, en mitad de la chatarrería, y tuvo suerte la misma (la obra de artes), de que la chatarra está barata y estaban los chatarreros esperando a que subiese de precio, pues a esta pieza –que la habían catalogado en el desguace como 'deshecho industrial'– la podían haber fundido como cualquier hierro oxidado.
La chatarrera asombrada, no sabía que había tenido 800.000 euros tirados en mitad de su chatarrería...
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